CLÁSICA Xabier Armendáriz
«Equilibrio»
LONDON HÄNDEL PLAYERS Lunes, 12 de diciembre de 2022. Teatro Gayarre de Pamplona. London Händel Players (Rachel Brown, flauta y flauta dulce; Olwen Foulkes, flauta y violín; Oliver Webber y Naomi Burrell, violines; Rachel Birth, viola; Gavin Kibble, violonchelo; Karina Cosgrave, contrabajo; Silas Wollston, clave). Adrian Butterfield, violín y director. Georg Philipp Telemann: ‘Concierto para flauta, cuerdas y bajo continuo en Re mayor, TWV 51 D 2’. Georg Friedrich Händel: ‘Sonata a trío para dos violines, viola y bajo continuo en Sol mayor, Op. 5 número 4, HWV 399’ (1739). Johann Sebastian Bach: ‘Concierto para dos violines, cuerda y bajo continuo en Re menor, BWV 1043’ (1720). Georg Philipp Telemann: ‘Concierto para flauta de pico y flauta travesera en Mi menor, TWV 52 E1’. Antonio Vivaldi: ‘Concierto para flauta de pico, cuerdas y bajo continuo en Do mayor, RV 443’, (1729). Johann Sebastian Bach: ‘Concierto de Brandemburgo número 4 en Sol mayor, BWV 1049’ (1720). Concierto inscrito en el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Municipal Teatro Gayarre 2022-2023.
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En ocasiones, las etimologías de las palabras resultan especialmente ilustrativas. Cuando el adjetivo “barroco” se usó por primera vez, a comienzos del siglo XVIII, sus connotaciones no eran positivas. La expresión provenía del portugués donde significaba “perla deforme”, y con ella se etiquetaba todo aquello que se considerara extravagante y artificioso. Los gustos artísticos a comienzos del siglo XVIII estaban cambiando y lo que en principio había sido considerado como una muestra de distinción y poderío, ahora parecía carente de elegancia. La expresión se adaptó para la música y Jean-Jacques Rousseau definía “música barroca” en su Diccionario de la Música como aquella “en la que la armonía es confusa, cargada de modulaciones y disonancias, la melodía es torpe y poco natural, la afinación difícil y el movimiento poco fluido”. Rousseau utilizaba este adjetivo para criticar la música de autores de generaciones anteriores, especialmente la de Jean-Philippe Rameau.
En la actualidad, el Barroco musical suele entenderse como una época histórica iniciada en torno a 1600 y cuyos principales rasgos empiezan a difuminarse alrededor de 1700, aunque con continuadores como Vivaldi, Händel y Bach. Buena parte de la música barroca tenía algo de dramática, virtuosística; hablamos de un siglo donde se pretendía que la música, sobre todo vocal, transmitiera emociones al público. Sin embargo, hoy estamos acostumbrados a escuchar música barroca como hilo de fondo, incluso cuando queremos buscar cierta relajación.
Con el concierto que nos ocupa, volvía el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Municipal Teatro Gayarre, y lo hacía con un programa atractivo, que bajo el título Lo mejor del Barroco incluía algunas composiciones muy conocidas, y otras no tanto, de Telemann, Händel, Vivaldi y Bach. Especialmente destacable es la presencia de Telemann, autor que pasa por ser el más prolífico de la Historia de la Música pero que nunca ha ocupado el espacio que le corresponde en justicia en los manuales y las salas de conciertos. Se ocupaba del programa los London Händel Players, un conjunto de músicos especializados en estas materias que, como es hoy habitual, utilizan instrumentos de época.
En conjunto, puede decirse que los London Händel Players ofrecieron un gran concierto de música barroca… a su manera. Hablamos de un ensemble de probada competencia, conformado por músicos experimentados en la gran tradición inglesa.
Las interpretaciones fueron equilibradas, muy medidas en unos tempi siempre prudentes, muy al estilo de lo que se escuchaba en los discos de los conjuntos ingleses de los años 1980 y 1990. Desde entonces, otras agrupaciones de instrumentos de época, básicamente italianas, nos han demostrado que este repertorio se puede plantear de maneras muy diferentes, con mayor energía y pasión, también con mayor espontaneidad.
Los solistas de London Händel Players se permitieron ocasionalmente introducir algunos adornos en movimientos lentos, como en el Concierto para dos violines de Bach. También se permitieron un momento de relajación en el Concierto en mi menor de Telemann, pues en el movimiento final tomaron un tempo convenientemente rápido y destacaron el carácter popular del momento.
Fue un concierto de gran nivel técnico, realizado con gran musicalidad y total aplomo, y que a quienes nos hemos criado escuchando este tipo de interpretaciones nos traía recuerdos muy agradables. De propina, se escuchó una versión orquestal de In dulci jubilo de Bach, que cerró un concierto de gran nivel y en total equilibrio, aunque quizá algo ajeno a la esencia de la música barroca.