Ciencia barroca
Miércoles, 19 de Diciembre de 2018. Teatro Gayarre de Pamplona. Il Giardino Armonico. Giovanni Antonini, director. Obras de Andrea Falconieri, Pietro Marchitelli, Nicola Fiorenza, Alessandro Scarlatti, Carlo Gesualdo da Venosa y Francesco Mancini. Concierto inscrito en el Ciclo de Grandes Intérpretes organizado por la Fundación Municipal Teatro Gayarre 2018-2019.
Los tratados teóricos son, para los musicólogos, una importante fuente de información musical en lo que se refiere a los procedimientos de composición e interpretación de obras de períodos antiguos. Una de las fuentes más importantes a este respecto para la música de la primera mitad del siglo XVIII es la obra teórica de Johann Joachim Quanz, ilustre compositor que en aquella época servía al poderoso Federico el Grande de Prusia. En dicha obra, Quanz comenta las diferencias entre el estilo compositivo e interpretativo de los compositores franceses frente a los italianos. En esencia, Quanz aprecia que los franceses poseen un estilo más elegante y agradable al oído, asequible para todos, pero poco imaginativo en la interpretación de música vocal. Frente a esto, el estilo italiano es florido y, sobre todo en la ejecución, “extravagante, arbitrario, oscuro, frecuentemente audaz y singular”.
Conforme el autor de este texto estaba escuchando el concierto que nos ocupa, las palabras de Quanz venían a la mente de forma inmediata. El segundo concierto del actual Ciclo de Grandes Intérpretes era la actuación de Il Giardino Armonico, uno de los conjuntos de música antigua claramente especializados en el repertorio italiano. En esta cita, se hacían cargo de un programa con el denominador común de Nápoles y la música surgida en torno a sus muros en los siglos XVI al XVIII. Con la excepción de Carlo Gesualdo y Alessandro Scarlatti, eran obras de compositores casi completamente desconocidos, en las que brillaba esa característica fantasía y carácter risueño en la composición de la que Quanz habla en sus tratados. Son pequeñas obras, muchas de ellas interesantes, que seguramente no rivalizan en capacidad evocadora con las de algunos de sus contemporáneos del Norte de Italia pero que sí tienen un encanto particular, que el público puede llegar a apreciar.
Para poner en pie un programa como éste, hace falta un conjunto musical experimentado y con criterio. Il Giardino Armonico tiene, sin duda, la clave. Su estilo interpretativo es francamente desenfadado, con un conjunto de músicos que se han constituido en verdaderos virtuosos de sus instrumentos. En cualquier caso, en este concierto sobresalió la prestación de su director, el flautista de pico Giovanni Antonini. Es francamente difícil hacer verdadera justicia a esta música y que las numerosas ornamentaciones, algunas de ellas particularmente extravagantes, tengan sentido musical más allá de su valor pirotécnico. A este conjunto debemos una importante labor de recuperación del repertorio italiano del siglo XVII y XVIII, y aunque no todo posea el mismo valor, (el mosaico de piezas de Andrea Falconieri que abrió la sesión no estaba a la altura del resto), fue la suya una propuesta muy seria que, merced a la musicalidad y al sentido del espectáculo de los intérpretes, mantuvo el interés del público.
La sesión concluyó con el movimiento lento de un concierto para flauta de pico de Vivaldi, que resumió en esencia todo lo escuchado en el concierto: cuatro grandes intérpretes desplegando en el escenario toda su ciencia barroca, interpretaciones musicales de la mejor ley.