CLÁSICA Xabier Armendáriz
Arte
Martes, 5 de Marzo de 2019. Teatro Gayarre de Pamplona. Carlos Mena, contratenor. Ghalmia Senouci, vocalista. The Disfonik Orchestra (Juan Munguía, trompeta; Matthieu Rofeé, piano; Salvatore Reitano, órgano Hammond B3; Jacques Beaud, bajo eléctrico; Mark-Olivier Savoy, percusión). Arreglos de Jacques Beaud a partir de música tradicional corsa y obras de Johann Sebastian Bach, Giovanni Legrenzi, Gabriel Fauré, Henry Purcell, Claudio Monteverdi, Robert Schumann y Nicola Porpora. Concierto inscrito en el Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Municipal Teatro Gayarre 2018-2019.
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Hace algunos años, un ilustre cantante pop provocó un considerable terremoto entre la crítica musical clásica. Acompañado de un laudista especializado en la música de la Inglaterra isabelina, grabó un disco de ayres de John Dowland en el que no faltaba ninguno de los grandes éxitos del compositor. Naturalmente, este cantante interpretaba las canciones de Dowland con su estilo habitual y grabó el repertorio con micrófono y con la voz muy presente, lejos de la intimidad que supuestamente necesita esa música. Los defensores de este disco argumentan, con razón, que a finales del siglo XVI es improbable que melodías como Flow my tears sonaran con la técnica depuradísima de contratenores como Andreas Scholl, pero la división de opiniones fue inevitable.
Cada vez que un músico de cualquier dominio realiza una propuesta “de fusión” suele causar polémicas, y el concierto que nos ocupa pertenecía a esta categoría. El gran contratenor Carlos Mena ha presentado junto a un conjunto de músicos de jazz una selección de versiones de melodías clásicas de diferentes épocas. No es el primero que lo intenta, ni tampoco será el último, en una línea que avanza desde Jacques Loussier y John Lewis a Philippe Jaroussky y Christina Pluhar, con grados de acierto muy variables. Cuando se hace este tipo de acercamientos, lo más sensato es no intentar encorsetar la música clásica en los códigos del jazz; es mejor encontrar músicos conocedores de ambos lenguajes y que puedan “integrar” las melodías clásicas en el arreglo, cambiando incluso la armonía, para que todo resulte natural.
Carlos Mena es un gran músico y conoce la importancia de rodearse de los mejores. En esta ocasión, los arreglos corrían a cargo fundamentalmente de Jacques Beaud, bajista del grupo, que ha impreso su personalidad. Todos los temas tratados, desde la melodía popular corsa al Libera me del Requiem de Fauré, fueron hábilmente subvertidos para que los recursos jazzísticos funcionaran plenamente. El resto es contar con músicos capaces de otorgar a todo un sentido musical, y en eso todos fueron excelentes. Juan Munguía supo alternar en la trompeta improvisaciones más brillantes tipo bebop (Arte de la fuga de Bach), con una vertiente más cool para lo más esencial (lamento de Dido y Eneas). Matthieu Rofeé aprovechó todos los recursos del piano, desde la vertiente más impresionista tipo Bill Evans a la técnica expansiva clásica de Rachmaninov. Jacques Beaud guió el proceso armónico como un reloj y se permitió genialidades en la improvisación (ese guiño del “Erbarme dich” de la Pasión según San Mateo de Bach en el arreglo del Lamento de la ninfa de Monteverdi). Salvatore Reitano realizó una gran actuación con el órgano Hammond y ofreció un Contrapunctus I de El arte de la fuga de Bach impecable. Apoyados todos ellos en un exactísimo Mark-Olivier Savoy en la percusión, todo se complementaba a la perfección con las voces. Aun con micrófonos, Carlos Mena mostró todos los matices de su interpretación, con su estilo inmaculado y su perfecta emisión. Ghalmia Senouci, la vocalista más ortodoxa, aportó un contrapunto muy interesante. El resultado fue exquisito en todos los aspectos.
En conjunto, sólo queda una conclusión posible. Cuando se realizan experimentos de este tipo con arte y conocimiento, muchas combinaciones aparentemente extravagantes pueden funcionar. Y si eso se consigue, todo el público se pone de acuerdo.