CLÁSICA Xabier Armendáriz
«La voz»
Piotr Beczala, el pasado viernes en Baluarte. JESÚS GARZARON
Viernes, 5 de mayo de 2023. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Piotr Beczala, tenor. Orquesta Sinfónica de Navarra. Oliver Díaz, director. Obras de Giuseppe Verdi, Stanislaw Moniuszko, Giacomo Puccini, Pietro Mascagni y Umberto Giordano. Concierto inscrito en la temporada de espectáculos de Fundación Baluarte 2022-2023.
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El Auditorio Baluarte de Pamplona ha conocido recitales vocales de grandes cantantes. Han pasado por la sala cuatro de los cinco principales tenores de las últimas décadas: Juan Diego Flórez, Javier Camarena, Roberto Alagna y ahora Piotr Beczala. Para completar el quinteto, sólo quedaría Jonas Kaufmann. El concierto de Piotr Beczala era el principal atractivo de la temporada 2022-2023 y el resultado cumplió las expectativas.
Piotr Beczala ya no es un tenor lírico característico, como cuando empezó a ser conocido en los grandes escenarios líricos. La voz se ha ido ensanchando ligeramente en los últimos años, en parte por un proceso natural y en parte por el tipo de repertorio que ha ido afrontando. El timbre es ahora más oscuro y penetrante y muestra más brillo en la zona superior.
La voz ha crecido, pues, pero el tenor polaco ha sido especialmente conocido por su calidad de fraseo y por su sutileza en el manejo de los matices, cualidades que las voces más grandes no suelen mantener.
La primera parte del concierto mostró las consecuencias de ese cambio, alimentadas porque Beczala no había entrado aún en materia. En las arias de Aída y Luisa Miller de Verdi, ofreció un fraseo relativamente monocorde que no le recordábamos, y algunos agudos tardaban en asentarse.
Eso sí, al final del aria de Radamés de Aída ofreció un detalle de buen gusto, que no logró rematar completamente: en lugar de intentar coronarla con un agudo en forte, como hacen casi todos, cerró más sutilmente, aunque con un cambio de color vocal poco convincente.
En la segunda parte, más firmemente asentado en su vocalidad, Beczala se sintió más cómodo en el repertorio verista, donde dio rienda suelta a las emociones y desplegó su instrumento con gran efecto. Lo mejor del programa oficial fue la última intervención de Turiddu en Cavalleria rusticana de Mascagni, donde ofreció una interpretación vibrante y expresiva, como el pasaje necesita.
Aunque naturalmente, lo más aplaudido fue el aria de Calaf en el tercer acto de Turandot de Puccini, que interpretó con gran atención al texto y a la situación dramática; sólo quedó redondear el celebérrimo agudo final, que restalló por la sala pero quedó corto en duración. Fue en las propinas donde Beczala desplegó su arte al máximo, especialmente en una interpretación del aria de la flor de Carmen de Bizet donde finalmente pudimos escuchar la calidad de fraseo de tipo belcantista que hizo célebre al polaco; por cierto, en ese momento le percibimos una voz más ligera y dúctil.
La Orquesta Sinfónica de Navarra acompañó a Beczala con atención y hubo solistas muy destacados en momentos concretos, como el clarinete en el Adiós a la vida de Tosca de Puccini que fue la primera propina. Oliver Díaz dirigió con buen pulso dramático. En cuanto a los complementos, la Obertura de Nabucco con la que se inició el concierto fue ideal por su brío y empaque, pero también se alcanzó lo mejor en la segunda parte, sobre todo en el intermedio de Manon Lescaut de Puccini.
En conjunto, fue un recital lírico de gran interés, con uno de los cantantes más cotizados de nuestro tiempo. Un tenor que pasa por una fase de transición y que, en Pamplona, ofreció una voz que impresiona desde la primera nota hasta la última.