MÚSICA Xabier Armendáriz
“Reencuentro”
‘LA BOHÈME’
Domingo, 5 de febrero de 2023. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. La Bohème: Drama lírico en cuatro actos con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa y música de Giacomo Puccini, estrenado en el Teatro Regio de Turín el 1 de Febrero de 1896. Airam Hernández (Rodolfo), Miren Urbieta-Vega (Mimí), Raquel Lojendio (Musetta), Javier Franco (Marcello), Toni Marsol (Schaunard), Manuel Fuentes (Colline), Julen Jiménez (Benoit / Alcindoro), Iker Bengoetxea (Parpignol), Josu Cabrero (Aduanero), Darío Maya (Sargento). Coro Lírico de la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera. Íñigo Casalí, director del coro. Escolanía del Orfeón Pamplonés. Juan Gaínza, director de la escolanía. Orquesta Sinfónica de Navarra. Emilio Sagi, director de escena. Julio Galán, escenografía. Pepa Ojanguren, vestuario. Nadia Balada, figurines. Eduardo Bravo, iluminación. Iván López Reynoso, director musical. Producción de la Ópera de Oviedo. Función inscrita en la temporada de espectáculos de la Fundación Baluarte 2022-2023.
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Sigue la programación lírica de Fundación Baluarte con la serie de las óperas de madurez de Giacomo Puccini. Si en 2021 pudimos escuchar en Pamplona Manon Lescaut, la obra que supuso para el compositor su primer éxito importante, ahora hemos podido reencontrarnos con La Bohème, quizá su ópera más popular. Ya en 2020 pudimos escuchar este título en la inhabitual ubicación del taller del antiguo Instituto de los Salesianos, pero aquella producción se ofreció en condiciones necesariamente precarias, así que retornar a la comodidad de la sala de conciertos y poder escuchar la obra sin cortes es, sin duda, una ventaja. El resultado final de esta nueva Bohème en Baluarte fue muy digno, con un reparto homogéneo y bien trabajado y dirigido con atención.
En una obra como La Bohème, el peso cae especialmente sobre los dos cantantes protagonistas. Airam Hernández ofreció un Rodolfo expansivo en su lirismo, creíble en su caracterización vocal del personaje por su ardor amoroso; además, su actuación fue mejorando conforme se acercaba el final de la ópera. Su principal problema fueron los agudos, como quedó especialmente demostrado en el punto culminante de su aria del primer acto, poco satisfactorio. Por eso, fue muy sorprendente que, en el final del dúo con el que concluye dicho acto, optara por cerrarlo con la resolución más aguda, uniéndose en el sobreagudo a la soprano, evitando así otra posibilidad que podría haber realizado con mucha mayor eficacia.
Por su parte, Miren Urbieta-Vega ofreció una Mimí eminentemente verista. La cantante dispone de una voz ancha y bien proyectada, pero no dio siempre la delicadeza y la frescura vocal que se espera en el personaje. Por eso, se sintió más cómoda en el tercer acto, donde supo transmitir la desesperación de Mimí al creer que Rodolfo ya no la quiere y después, al saberse enferma; en los dúos con Marcello y Rodolfo de ese acto, cantó con amplitud y gran emoción, ofreciendo sus mejores momentos. Ya en el cuarto acto, tardamos demasiado tiempo en percibir vocalmente el deterioro de la salud del personaje, evidente sólo en el trance final.
La otra pareja de amantes fue resuelta con profesionalidad por Raquel Lojendio (Musetta) y Javier Franco (Marcello). Ella mejoró a partir del tercer acto, una vez liberada de la escritura tan aguda que había tenido que afrontar anteriormente, y él mostró toda la dimensión del personaje, sobre todo en un tercer acto muy logrado. Los otros dos bohemios, igual que el resto de personajes secundarios, fueron bien defendidos, destacando Manuel Fuentes en la importante aria de Colline del cuarto acto.
El Coro de la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera tuvo una muy buena actuación durante el segundo acto, igual que la Escolanía del Orfeón Pamplonés, mientras en el tercero el coro adulto resultó algo menos ajustado. La Orquesta Sinfónica de Navarra rindió con corrección conducida con mano experta por Iván López Reynoso, que acompañó con atención y controló las diversas situaciones, sobre todo en un segundo acto muy ordenado, quizá en exceso. Por lo demás, hubo momentos en que López Reynoso podría haber resaltado mejor la escritura sinfónica de Puccini, como en el comienzo del tercer acto, algo apresurado.
Fue en conjunto una función de La Bohème adecuada para disfrutar de la ópera en vivo que nos permitió reencontrarnos con la emoción característica de esta obra maestra de Puccini.
Fernando Hernández
De la comedia a la tragedia
Es evidente que La Bohème es un drama: la protagonista (perdón por destriparlo siglo y pico después del estreno) muere al final. Pero sus dos primeros actos, más allá de algunas pistas que anticipan la tragedia, tienen un marcado tono de comedia. Y la ópera completa puede verse como un episodio de Friends en el que todo va terriblemente mal.
Para la versión de Baluarte, que venía de la Ópera de Oviedo, Emilio Sagi nos acercaba la ambientación, y en lugar de situarla en mediados del siglo XIX, cuando se publicó la novela que está en el origen de la ópera, o a finales, cuando se estrenó la obra de Puccini, la lleva a 1968, aunque es algo que se nota poco, más allá de la máquina de escribir, el poster del Che Guevara, el vestuario o las pancartas que piden “Igualdad ante la ley” o “Mismo trabajo, mismo salario” en la manifestación de mujeres que se suma a la confusión del final del segundo acto.
La escenografía, muy eficaz. Un enorme módulo en el centro del escenario servía de vivienda de los bohemios y, girado, de fachada de Momus o la del Café de Enfer.
En cuanto a las actuaciones, la homogeneidad del conjunto fue notable. No es fácil pasar de la comedia al drama en el mismo acto, y todos los actores lo hicieron con solvencia. Y la noche dejó momentos brillantes, como el vals de Musetta, que trazaba paralelos evidentes con el Put the Blame on Mame que canta Rita Hayworth en la secuencia más famosa de Gilda.