XABIER ARMENDÁRIZ «EN LA VERDE COLINA DE BAYREUTH»

Xabier Armendáriz

“En la verde colina de Bayreuth” Agosto 2023

Poder acudir al Festival de Bayreuth es, en muchos aspectos, la culminación a la que puede aspirar cualquier aficionado a la música de Richard Wagner. Hasta hace aproximadamente una década, ese sueño era prácticamente imposible para todo aquel que no dispusiera de grandes dosis de paciencia, amén por supuesto de la capacidad económica para poder pagar el precio de las entradas y del resto del viaje. Pero gracias a las facilidades de Internet, el proceso resulta desde hace unos años algo más asequible. Ya no es estrictamente necesario enviar solicitudes durante diez años al Festival para conseguir entradas; eso sí, acudir a Bayreuth implica tener en cuenta muchos detalles y, al llegar, nos encontramos con una atmósfera única, que difícilmente se repite en cualquier otro teatro de ópera. Es lo que tiene acudir a un lugar como el Festival de Bayreuth, donde se representa un repertorio como las óperas de Wagner cuyo público requiere una cierta especialización; buena parte de los espectadores que acuden a Bayreuth conocen con bastante detalle las óperas de Wagner y acude con plena conciencia de lo que va a escuchar. Este Agosto de 2023, hemos tenido oportunidad de vivir la experiencia Bayreuth en plenitud, asistiendo a un ciclo completo del Anillo y a una función de Parsifal, y antes de hablar de los aspectos musicales de estas funciones, es interesante hablar sobre todo lo demás.

Como decíamos, conseguir entradas para el Festival de Bayreuth no es tan complicado como lo era hace unos años, pero si se quiere acudir hay que tenerlo todo listo cuando las entradas salen para la venta online. Hay que registrarse en la página del Festival y estar preparados en el día y hora correspondiente con toda la información dispuesta, incluida la de pago. Al comienzo, la espera puede ser larga y durar incluso horas, pero luego los tiempos establecidos por la página pasan rápido y hay que estar particularmente atento. Seguir las instrucciones de la página web del Festival es, en ese sentido, fundamental.

Una vez conseguidas las entradas del Festival de Bayreuth, o en paralelo a ese proceso, surgen dos asuntos a tener en cuenta: el viaje a la ciudad y el alojamiento. Bayreuth es una ciudad de provincias de pequeño tamaño, (unos 74.000 habitantes), donde el medio de llegada más habitual es el tren. La red ferroviaria alemana es extensa y está muy bien capilarizada; hay trenes constantes entre las distintas poblaciones y con una periodicidad muy conveniente. Eso sí, viajar en tren en Alemania implica estar muy atentos a las posiciones de parada de los trenes, que sólo se detienen mínimamente en la estación, exactamente el tiempo necesario para que accedan los pasajeros que se encuentren en el andén. Además, viajar a Bayreuth implica también seguramente tomar alguna combinación de trenes que incluya transbordo y, aunque los ferrocarriles alemanes suelen ser generalmente puntuales, es conveniente tomar precauciones.

En cuanto al alojamiento, Bayreuth es una ciudad con turismo en verano pero que, naturalmente, tampoco ofrece muchos hoteles entre los que escoger. Por eso, es interesante reservar los hoteles antes de coger las entradas. Algunos de ellos, como el hotel en el que nos alojamos, ofrecen servicios especialmente pensados para quienes asisten al Festival de Bayreuth, que pueden incluir transporte hacia el Teatro de Festivales en los días de función, posibilidad de pedir cena a la vuelta de las funciones, etc. Son factores muy a tener en cuenta a la hora de realizar la reserva.

Una vez que nos encontramos en Bayreuth, es fácil sumergirse en el ambiente del Festival. Especialmente en los hoteles que más servicios ofrecen a los asistentes, pronto nos encontramos como recién llegados con personas que también acuden al evento. Aunque la lengua alemana es la que más se escucha, también hay muchos ingleses, estadounidenses, franceses y japoneses; no tantos españoles, aunque en Barcelona y Madrid sí hay una devota afición wagneriana. De una manera o de otra, el punto de encuentro de todos ellos es el Teatro de Festivales de Bayreuth, donde se realizan las funciones por la tarde. Acudir a la colina verde por las mañanas, sin embargo, también puede ser aconsejable: quizá para hacer alguna gestión en la taquilla si es necesario, para comprar algún recuerdo en la tienda, (esto último mejor no en los días de calor…), y en el caso de los que sepan alemán, asistir a las charlas previas de las funciones. Eso sí, al contrario de lo que pasa en otros teatros, en esas charlas no se explican las obras en sí, (el público general de Bayreuth ya las conoce de sobra), sino la puesta en escena de turno, que en Bayreuth no siempre es fácil de entender de primeras.

Y llega la tarde de la representación. El Teatro de Festivales de Bayreuth no está, como suele ser habitual en los grandes coliseos operísticos europeos, en el centro de la ciudad, sino en una pequeña colina que está aproximadamente a media hora andando del centro. En teoría, ir caminando hacia el teatro es perfectamente posible para quien se aloje en la ciudad, pero es cierto que el público suele acudir muy arreglado a cada función, así que se ve a numerosas personas acudiendo en taxis o en los autobuses que ofrecen algunos hoteles. Llegar al entorno del Teatro de Festivales de Bayreuth con cierto tiempo antes de la función es interesante, poque permite hacer el primer estudio del tipo de personas que acuden al Festival de Bayreuth. Como decimos, buena parte del público acude vistiendo con gran formalidad, pero no existe un código de vestimenta determinado para el lugar y, de hecho, algunas personas se presentan con indumentarias más extravagantes y destacan claramente de los demás. Por otra parte, llegar con tiempo ofrece la posibilidad de pasear por los jardines e ir introduciéndose en la atmósfera de la ópera que está por venir.

Uno de los aspectos más interesantes, y curiosos, del Festival de Bayreuth es la manera en que se anuncia el inicio de cada función y, en su caso, el de cada acto. Quince minutos antes, un conjunto de ocho instrumentistas de la Orquesta del Festival de Bayreuth salen al balcón central de la entrada principal del Teatro de Festivales de Bayreuth para interpretar una única vez uno de los motivos más importantes del acto que está por venir. Cinco minutos después, cuando falten diez minutos para empezar, volverán a hacerlo y tocarán el mismo motivo dos veces; por último, cuando queden cinco minutos, saldrán por tercera vez para tocarlo tres veces. Suele haber una cierta cantidad de personas escuchando todas estas fanfarrias, aunque naturalmente cada una de ellas concita menor atención que la anterior. Es lógico: hay que ir tomando asiento para cuando empiece la función.

El teatro en sí, ciertamente, es particular. Lo primero que llama la atención es su aspecto rústico y aparentemente descuidado; cuando Wagner lo construyó, lo concibió como una estructura temporal, y sin duda no imaginaba que el recinto sería abierto casi 150 años después. Apenas hay separación entre filas y, como ya se ha dicho repetidamente, las butacas son realmente incómodas. El asiento propiamente dicho está ligeramente acolchado, pero el respaldo es realmente bajo y de madera sin revestir, con lo que Wagner consigue su objetivo y resulta muy difícil que cualquier espectador se duerma. En los últimos años, para facilitar la tarea a la comunidad wagneriana, la organización ofrece una limitada cantidad de cojines de forma gratuita a quienes los quieran utilizar en cada función. Se dejan en los entreactos apoyados en el respaldo del asiento y también al final de la representación.

La entrada al Teatro es asimismo particular. A lo largo del recinto, hay un número considerable de puertas, que los espectadores utilizan para acceder, pero sólo una de ellas conduce al espectador a su localidad. El dominio de cada puerta termina en una fila concreta, y como no existe pasillo lateral, es el propio acomodador el que indica a un espectador antes de que entre que se ha equivocado. Una vez dentro del Teatro, los espectadores que se equivocan de puerta tienen que volver a salir y encontrar su acceso.

Además, el espacio entre filas también es escaso, con lo que el margen para que una persona pueda pasar es menor que en cualquier otra sala de conciertos. En Bayreuth, existe la costumbre de que, cuando se toma posesión de la localidad, no se toma asiento inmediatamente, de manera que queda espacio para que quienes lleguen con menos tiempo puedan seguir pasando sin problemas. Sólo cuando se ha llenado la fila y/o el espectáculo o el acto va a comenzar, se sienta definitivamente el público.

Y por último, llega el momento de que empiece la función, algo que ocurre de manera muy diferente a la experiencia de cualquier otro teatro. El célebre foso cubierto del Teatro de Festivales de Bayreuth impide que el público pueda saber cuándo llega el director de la orquesta, así que no se escuchan los aplausos que se esperarían en dicho momento en cualquier otro teatro de ópera. En su lugar, las luces van bajando gradualmente y con ellas el sonido del público, hasta que por fin, se hace el silencio. Y una vez que ha ocurrido eso, en un momento determinado, surge la magia…

Autor entrada: xabier armendariz

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