CLÁSICA Xabier Armendáriz
Con impulso
Viernes, 31 de Mayo de 2019. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Orfeón Pamplonés. Mari Paz Arizcun, directora del coro. Orquesta Sinfónica de Navarra. Manuel Hernández-Silva, director. Johannes Brahms: Obertura para una fiesta académica, Op. 80, (1880). La noche del bosque, Op. 62 número 3, (1874). Canción del destino, Op. 54, (1871). Ludwig van Beethoven: Sinfonía número 5 en Do menor, Op. 67, (1808). Concierto inscrito en la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Navarra 2018-2019.
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Con el concierto que nos ocupa, se cierra la temporada 2018-2019 de la Orquesta Sinfónica de Navarra. En estos días, se han dado a conocer las principales actividades de la temporada 2019-2020, que incluyen algunos eventos que prometen ser del máximo interés. Entre ellos están el estreno del Concierto para piano y orquesta número 2 de Emiliana de Zubeldía, la nueva obra encargo de Teresa Catalán y ese recorrido por la música francesa que se nos propone. Además, escucharemos a Joaquín Achúcarro el Concierto para piano de Grieg y tendremos la vuelta a la temporada de la Sinfónica de Navarra de Javier Perianes y el debut de Juan Pérez Floristán, así que estará representado el firmamento pianístico español y la nueva generación.
Pero antes de esto, teníamos la última sesión de la Sinfónica de Navarra en esta temporada, que se esperaba con expectación; un sector considerable del público tenía la atención puesta en la segunda parte, que incluía la que seguramente es la sinfonía más célebre del repertorio (la Quinta de Beethoven). Frente a esto, en la primera parte se escuchaban obras bien conocidas en general, pero sin el gancho popular de la sinfonía beethoveniana.
Se abría la sesión con la Obertura académica de Brahms, una composición desenfadada y alegre escrita para su propia ceremonia de nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad de Breslau. La composición está trufada de citas de canciones estudiantiles y concluye con una grandiosa exposición del “Gaudeamus igitur”, a bombo y platillo. En otros tiempos, directores como Hans Knappertsbusch afrontaban esta música con cierta distancia, con tiempo muy lento y con ácido sentido del humor. Manuel Hernández-Silva decidió hacer una versión más ortodoxa y tomó la obra con viveza e impulso, sin buscar excesiva transcendencia tampoco en el final.
Siguió La noche en el bosque, una pequeña joya para coro a capella de escritura aparentemente sencilla, pero que como todas las obras corales del autor, son realmente muy complejas. El Orfeón Pamplonés no es quizá el coro ideal para esta partitura, que seguramente requiere un conjunto más reducido que asiente mejor la afinación y proyecte más claramente el texto. Fue mucho más lograda la versión de la Canción del destino, obra bien conocida del Orfeón, que interpretó con gran atención al detalle mientras Hernández-Silva ofrecía un tejido orquestal muy cuidado, siempre a un tempo a la vez solemne y fluido. Toda la primera sección en particular fue una verdadera delicia.
Por último, llegó la Quinta beethoveniana, que Hernández-Silva ofreció con todo su vigor e impulso desde un eléctrico primer movimiento. Sin demasiadas concesiones al historicismo, el director venezolano estuvo muy atento a todo el sentido retórico de la partitura, permitiéndose muy pocas licencias pero bien escogidas (el eterno solo del oboe y esa retención en el último fragmento de calma antes de la peroración que cierra el primer movimiento, la retención al comienzo del cuarto en las dos primeras notas del tema principal, etc.). En general, la Orquesta Sinfónica de Navarra actuó a muy buen nivel y, sumado todo en conjunto, se explica claramente por qué la reacción del público fue tan entusiasta.
Así pues, con un poderoso impulso termina la temporada 2018-2019 de la Sinfónica de Navarra, que dará paso a un nuevo curso que disfrutaremos en todo su esplendor.
