CLÁSICA Xabier Armendáriz
“Concierto espiritual”
Sábado, 18 de marzo de 2023. Auditorio Baluarte de Pamplona. Alicia Griffiths Turrillas, arpa. Víctor Parra, violín. Orquesta Sinfonietta de Pamplona. Caroline Collier, directora. Obras de Giacomo Puccini, Claude Debussy, Piotr Illyich Tchaikovsky, Arnold Schönberg, Miroslav Skoryk y Ralph Vaughan Williams. Concierto inscrito en el Festival de Música Sacra de Navarra 2023.
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Hasta bien entrado el siglo XVIII, no era habitual en muchas de las grandes ciudades europeas que existieran series de conciertos en los que pudiera entrar cualquier persona que pudiera reunir suficiente dinero para pagar su entrada. Hasta entonces, quienes disponían de fondos para financiarse sus conjuntos musicales podían escuchar música en casa y, a su vez, invitar a otros posibles asistentes.
Una de las primeras temporadas de conciertos estables se fundó en París en 1725 y las sesiones se celebraban los domingos de Cuaresma y en otras fiestas de guardar posteriores, como el domingo de Pentecostés y el jueves del Corpus Christi.
Eran días en los que estaba prohibido representar ópera y, por tanto, en esta nueva serie, conocida como los Conciertos Espirituales y que sobrevivió hasta la Revolución, se interpretaba música instrumental, complementada habitualmente por música vocal religiosa interpretada por los cantantes de ópera más ilustres.
Este ciclo de conciertos adquirió gran relevancia internacional, y todos los compositores que pasaron por París durante aquellos años anhelaban presentar sus obras en los Conciertos Espirituales, empezando por Mozart, que compuso expresamente para eso su Sinfonía número 31.
El concierto que nos ocupa también era un concierto espiritual, pero en otro sentido. No había en el programa de la sesión que nos ocupa ninguna obra religiosa, si exceptuamos la llamada Danza sacra que supone el primer movimiento de las Danzas para arpa y orquesta de cuerdas de Claude Debussy.
Sin embargo, todo el programa rezumaba espiritualidad, o al menos, un carácter meditativo y tranquilo. Podía haber ciertos matices, pero la velada resultaba ideal para todos aquéllos que buscan en la música clásica la paz y el sosiego del que no podemos disponer en este mundo acelerado en el que vivimos.
La otra cara de la moneda es que, precisamente por eso, al programa le faltaba una cierta variedad que, por otra parte, se habría podido introducir sin demasiados problemas, teniendo en cuenta que el conjunto de autores era relativamente disperso y que el programa tampoco pretendía una lógica interna particular.
Las interpretaciones fueron de gran nivel. La Sinfonietta de Pamplona rindió con su capacidad habitual, aunque lo mejor resultó sin duda la interpretación de las Danzas de Debussy. Contar en esta obra como solista con Alicia Griffiths es garantía de calidad, y Collier se esmeró en plantear un acompañamiento adecuadamente misterioso e insinuante. Además, Griffiths añadió como propina una breve pieza de Jesús García Leoz, un compositor que sin duda hay que seguir reivindicando.
Otro de los momentos más destacados fue la versión de la ya célebre Melodía de Miroslav Skoryk, que como siempre, nos hace recordar las consecuencias de la terrible guerra de Ucrania. Y quizá la obra de mayor peso del concierto eran las Cinco variantes sobre Dives y Lazarus de Vaughan Williams, que mantuvo como siempre su carácter altamente evocador. Tras el cierre del programa oficial, la Sinfonietta de Pamplona se despidió con una Elegía de Grieg, que por consiguiente mantuvo el mismo tono general de la sesión.
En conjunto, fue una velada muy agradable, como apertura de un festival que va a ofrecer más conciertos de elevado interés. Seguiremos informando.