CLÁSICA Xabier Armendáriz
«¡Quién sabe…!»
Jueves, 24 de marzo de 2022. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Isabel Villanueva, viola. Orquesta Sinfónica de Navarra. Joseph Swensen, director. Maurice Ravel: Pavana para una infanta difunta, (versión orquestal realizada por Maurice Ravel en 1910), (1899). Mi madre la oca: Suite para orquesta, (1911). Hector Berlioz: Harold en Italia, Op. 17, (1834). Concierto inscrito en la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Navarra 2021-2022.
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Pocos conciertos de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Navarra 2021-2022 podían despertar, de entrada, tanto interés. Por una parte, teníamos la presencia como viola solista de Isabel Villanueva, una intérprete navarra que está desarrollando una carrera importante, que realizaría la parte principal de Harold en Italia de Hector Berlioz. Hablamos de una obra que, no siendo realmente un concierto para viola, es una sinfonía programática donde la viola ejerce el papel de un solista obligado, con protagonismo moderado pero perceptible.
La composición muestra (se supone) la gran capacidad de Hector Berlioz como orquestador y, en ella, podemos encontrar uno de los solos para viola más imaginativos del repertorio orquestal. Nos referimos al pasaje sul ponticello que ocupa casi toda la sección central del segundo movimiento, un fragmento que debe interpretar quien realice la parte solista tocando sobre el puente de la viola y que crea, en conjunto, una atmósfera irreal, prácticamente mágica. Pocas veces se puede escuchar Harold en Italia de Berlioz en concierto y parecía que todos los elementos estaban a favor. Porque además, dirigiría la obra Joseph Swensen, un director experimentado y que ya se había presentado con éxito al frente de la Orquesta Sinfónica de Navarra.
Sin embargo, Joseph Swensen no supo aprovechar el potencial de la obra de Berlioz. Dirigió toda la obra tomando tempi muy lentos, queriendo controlar demasiado la situación en cada compás. El episodio más perjudicado fue el citado segundo movimiento; se supone que debe describir un conjunto de peregrinos que entonan la plegaria de la tarde mientras concluyen su jornada, pero en la parte final, de por sí algo repetitiva, la tensión decayó rápidamente. Joseph Swensen sólo decidió soltar adrenalina por fin en los compases finales del cuarto movimiento de la obra, y el resultado fue poco creíble. La orquesta hizo una buena labor e Isabel Villanueva supo integrarse en la textura orquestal y destacar cuando era necesario, aunque no mostró excesiva variedad dinámica. Los aplausos del público fueron muy moderados en relación con lo que se podía esperar.
La sesión se había iniciado con una versión no muy lograda de la Pavana para una infanta difunta de Ravel. Hablamos de una obra comprometida para iniciar un concierto, porque comienza con un solo de trompa muy complicado y que pocas veces se resuelve a entera satisfacción. Bastante mejor resultó la suite de Mi madre la oca, un conjunto de cinco piezas basadas en cuentos infantiles originalmente escritas para piano a cuatro manos y luego orquestadas por el propio Ravel. Swensen supo trabajar bien las texturas orquestales, ofreciendo a los solistas de madera de la Sinfónica de Navarra oportunidades de lucimiento, sobre todo en una muy lograda Laideronette. Visto lo visto, habría sido especialmente interesante haber escuchado la partitura del ballet completo, que Ravel escribió tomando como base este conjunto de piezas y añadiendo un altamente evocador Preludio y un conjunto de interludios, también de atmósfera mágica.
En conjunto, fue un concierto que no careció de momentos evocadores, pero que no terminó de convencer, sobre todo en la segunda parte. Los analistas musicales han tendido a considerar a Berlioz como un compositor capaz de ideas orquestales brillantes, aunque a veces algo superficial y efectista. Pero ciertamente, Berlioz no puede ser considerado como un compositor aburrido… ¿O tal vez sí? ¡Quién sabe!