«Orff atávico»
Sábado, 21 de diciembre de 2019. Teatro Gayarre de Pamplona. Andrea Jiménez, soprano. Igor Peral, tenor. Diana Hierro y Francesca Crocolino, piano a cuatro manos y dos pianos. Conjunto de Percusión Percukene. Orfeón Pamplonés. Igor Ijurra, director. Clara Schumann: Tres coros mixtos: Gondoliera. Der Traum (Romanzas y baladas, Op. 146 número 4). Gute Nacht, Op. 59 número 4. Johannes Brahms: Nachtwache I, Op. 104 número 1. Liebeslieder Walzer, Op. 59: Selección. Carl Orff: Catulli Carmina (1943). Concierto organizado por el Orfeón Pamplonés.
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Para buena parte del público, Carl Orff se ha convertido en el autor de una única obra: su cantata escénica Carmina Burana, basada en varios poemas de los goliardos recogidos en la abadía benedictina de Beuern en Baviera. Es una obra equívoca, que realmente no retrata a Carl Orff como compositor. Más allá de su potencia rítmica extraordinaria, su opulenta orquestación y la amplia riqueza melódica de algunos de sus movimientos esconden las influencias y los verdaderos intereses del compositor, que en realidad eran mucho más aperturistas. De ahí la necesidad de recuperar las otras obras del autor.
El siguiente paso natural para entender la obra de Orff es conocer la cantata escénica Catulli Carmina, que continúa el camino iniciado en la obra anterior explorando la poesía de Catulo, concretamente una serie de poemas de alta carga erótica que retrata la relación entre el maduro y cínico poeta y una adolescente.
La obra está escrita para un contingente mucho menor que Carmina Burana; se mantiene el coro, pero los solistas se reducen a dos, (soprano y tenor), y el conjunto acompañante se queda en dos pianos y percusión. El modelo inmediato es, pues, Las bodas de Stravinsky, con la que comparte su carácter primitivista, y el resultado no queda lejos de la Sonata para dos pianos y percusión de Bartok, por su viveza rítmica.
Sin embargo, la cantata de Orff es aún más concentrada que el modelo stravinskiano; salvo algunas breves secciones al comienzo y al final, toda la obra se desarrolla sin acompañamiento instrumental. Dado que la escritura coral resulta menos espectacular y las líneas vocales de los solistas no tienen el encanto melódico de los Carmina Burana, se entiende por qué los Catulli no han alcanzado idéntica difusión, aunque la obra podría interpretarse más a menudo.
No era la primera vez que esta cantata se presentaba en Pamplona (la Coral de Cámara de Navarra lo hizo hace algunos años), pero sí la primera vez que la hacía aquí el Orfeón Pamplonés, meses después de presentarla en el Auditorio Nacional de Madrid. La experiencia se notó en la sesión que nos ocupa; el coro estaba perfectamente ajustado y ofreció una interpretación muy medida.
Igor Ijurra lo dirigió con gran eficacia, no renunciando a mostrar la vertiente más mecánica del prólogo y el epílogo, que anuncia la música de Steve Reich. El conjunto de percusión Percukene realizó un buen trabajo, igual que las dos pianistas, y los dos solistas vocales mostraron sus potencialidades: Igor Peral siempre valiente aunque a veces algo forzado, y Andrea Jiménez sobresaliente, con su exquisita calidad de fraseo.
Pocas obras podían haber servido de mejor contrapunto para la composición de Orff como las canciones de Brahms, Clara y Robert Schumann que abrieron la sesión. Los textos que todos ellos utilizaron plantean una concepción del amor mucho más idealista y los resultados musicales tienden a un ambiente intimista y recogido.
Son obras que convienen mucho menos al estilo de canto habitual del Orfeón Pamplonés, algo más evidente en la acústica poco agradecida del Teatro Gayarre. De hecho, puede decirse que las canciones sirvieron como calentamiento para el coro, que sólo entró realmente en materia con las composiciones brahmsianas.
En conjunto, fue un concierto de nivel por la versión de los Catulli Carmina, que concluyó con dos propinas navideñas. También fue una gran demostración del lado más atávico y primitivista de Carl Orff.