MÚSICA Xabier Armendáriz
«El escaparate»
El maestro Franz Welser-Möst, dirigiendo a la Orquesta Filarmónica de Viena el domingo. EFE
E L Concierto de Año Nuevo que cada 1 de enero ofrece la Orquesta Filarmónica de Viena es el evento musical clásico más importante: porque se retransmite a 90 países (en 2023 no para Rusia, pues el canal que lo retransmitía ha cancelado la emisión) y porque es el concierto clásico más visto del mundo, incluso por personas que no escuchan música clásica. Por eso es un escaparate fundamental de la música culta occidental, pero también muestra algunas limitaciones de la industria musical clásica.
La dirección musical del Concierto de Año Nuevo de esta edición correspondía al austríaco Franz Welser-Möst, un músico sólido que, después de una relativamente breve titularidad con la Orquesta Filarmónica de Londres, fue nombrado director artístico de la Staatsoper de Viena, puesto que ocupaba cuando dirigió el evento en 2011 y 2013. Ahora lleva veinte años como responsable musical de la Orquesta de Cleveland, donde continuará hasta 2027. Tanto en 2011 como especialmente en 2013, Franz Welser-Möst demostró que la música de la dinastía Strauss no es lo suyo, así que en 2023 decidió jugar con cartas diferentes.
Tal como Welser-Möst explicaba en la rueda de prensa previa al concierto, durante la primavera de 2020 dedicó muchas horas a estudiar obras infrecuentes de la dinastía Strauss y cuando le invitaron para dirigir el Concierto de Año Nuevo de 2023 pidió la lista de obras interpretadas en el evento desde su origen en 1939. Al leerla, descubrió que solo el 30% de las obras de los Strauss se ha interpretado alguna vez en la cita de Año Nuevo, así que decidió conformar un programa lleno de obras inéditas, ideal por tanto para los coleccionistas de las grabaciones del evento, pues solo una obra incluida en programa se había interpretado alguna vez en estos conciertos. Además, no centró la atención en Johann Strauss hijo, el autor más célebre de la saga, sino en su hermano Josef, quizá el autor más genial de entre ellos aunque menos apreciado en su tiempo. Era una propuesta con algunas obras de gran sustancia, como los valses Perlas de amor y Acuarelas, ambos de Josef Strauss, pero con otras de inspiración más irregular. Otra particularidad del Concierto de Año Nuevo de 2023 era la presencia de los Niños Cantores de Viena, en conmemoración del 525 aniversario de su fundación, aunque la verdadera novedad era el estreno en la cita de su sección femenina, fundada en 2004.
Welser-Möst ofreció un concierto cuidadosamente planificado en sus detalles. Se pudo apreciar especialmente en los valses, donde a cada melodía nueva que aparecía quiso dar su carácter individual, adoptando cambios de tempo muy marcados. El resultado fue artificioso y choca frontalmente con los precedentes de los grandes directores del repertorio ligero vienés. Algo mejor resultaron las polkas rápidas, donde dirigió con nervio, como en el Galop de los bandidos de Johann Strauss hijo, la propina variable del concierto. Las polkas francesas, que incluían algunas de las gemas musicales del evento como Angélica de Josef Strauss (Welser-Möst la dedicó a su esposa, llamada así), fueron tocadas con demasiada seriedad. La presencia de la Orquesta Filarmónica de Viena y de los Niños Cantores de Viena aseguraba la calidad de ejecución y algunos de los principales elementos del estilo, pero Welser-Möst no sintoniza con este repertorio.
El concierto se cerró, como siempre, con el vals En el bello Danubio azul de Johann Strauss hijo y la Marcha Radetzky de Johann Strauss padre. Tras la habitual entrada en falso del vals, Welser-Möst realizó la felicitación tradicional de Año Nuevo sin apenas añadidos, lejos de los discursos de mayor contenido que hacían directores como Riccardo Muti o Daniel Barenboim.
Fue un concierto relativamente previsible, más de lo que cabía esperar por las novedades del programa, sin ninguna de las habituales bromas que en tiempos pasados se hacían —el mundo no está para bromas, pero Welser-Möst tampoco es una persona especialmente risueña—. No menos previsible ha sido la decisión de llamar a Christian Thielemann para 2024, un concierto que seguramente tendrá un programa con más valses y polkas de los que reconocen los aficionados y que ese día sonarán, en manos del director berlinés, con mayor esplendidez sinfónica.