CLÁSICA Xabier Armendáriz
«Pianista ilustre»
Viernes, 21 de abril de 2023. Teatro del Museo de la Universidad de Navarra. Antonio Baciero, piano. Obras de Teobaldo I de Navarra, José Jiménez, Bernardo de Zala y Galdeano, Sebastián Albero, José Ferrer, Joaquín Asiáin, Julián Prieto, Juan María Guelbenzu y Fernando Remacha. Concierto inscrito en el Ciclo Cartografías de la Música 2023
___________________________
El nombre de Antonio Baciero seguramente no resultará tan familiar como el de otros pianistas españoles activos durante la segunda mitad del siglo XX, como Alicia de Larrocha, Joaquín Achúcarro, Esteban Sánchez o Rafael Orozco. Los cuatro intérpretes citados fueron bien diferentes entre sí, desde la progresión constante de Larrocha y Achúcarro hasta la trágicamente cortada trayectoria de Orozco, pasando por el relativo segundo plano en el que se mantuvo Sánchez. En cualquier caso, todos ellos comparten una característica común: centraron su atención en el repertorio considerado habitualmente como central de la literatura pianística, incluyendo por supuesto también las aportaciones de Albéniz, Granados y Falla. Ninguno de ellos se aventuró verdaderamente en el repertorio del pasado, lanzándose a presentar a autores olvidados.
El caso de Antonio Baciero fue exactamente el contrario. Siempre ha estado ligado a un dúo de pianistas radicados en Viena, (Jörg Demus y Paul Badura-Skoda), que más allá de su valía como intérpretes se distinguieron por sus preocupaciones filológicas y musicológicas, lo que animó desde siempre a Antonio Baciero a bucear más ampliamente en el patrimonio musical español.
El concierto que nos ocupa recuperaba fundamentalmente una sesión que escuchamos en la Semana de Música Antigua de Estella de 2019, donde hacía un repaso de algunos de los principales músicos navarros, desde un Teobaldo I muy sutilmente adaptado por Higinio Anglés hasta Fernando Remacha. Por el camino, se escuchó una gran variedad de autores y estéticas, aunque bastante centrada en la transición entre el uso del clave y el fortepiano y el período inmediatamente posterior.
El principal punto focal de la primera parte era el ciclo conformado por la recercada, la sonata y la fuga de Sebastián Albero, que demuestra la imaginación desbordante del autor roncalés. Y ya en la segunda parte, los polos de atracción fueron la sonata de Julián Prieto (tan clásica en su formato que casi podría pasar por algún autor vienés que viviera veinte o treinta años antes) y la Sonatina de Fernando Remacha, que resume bien la vena más neoclásica del compositor tudelano.
Interpretativamente, el reto para Antonio Baciero era ofrecer suficiente distinción entre los estilos musicales de todos los autores implicados, algo que el pianista consiguió con creces. Eso sí, se percibió una cierta falta de precisión por su parte a la hora de medir sus fuerzas y sus capacidades técnicas, sobre todo en las obras de Albero y Prieto; quizá habría sido preferible tomar tempi algo más cómodos que pudieran mantenerse de manera más puntual. Por otra parte, la mazurca de Juan María Guelbenzu, de distintivo sabor chopiniano, tiene giros armónicos que podrían haber sido mejor aprovechados.
Con todo, la actuación de Antonio Baciero fue muy completa y el concierto terminó con dos propinas: un imperfecto Estudio Op. 25 número 3 de Chopin y, sobre todo, una extraordinaria interpretación del Nocturno Op. póstumo número 2, igualmente del autor polaco. Esta última ha sido una propina que hemos escuchado en Pamplona a muchos pianistas, algunos de ellos relativamente poco afines al espíritu chopiniano; Antonio Baciero ofreció una versión muy imaginativa y bien trazada, con verdadero misterio sobre todo en las dos secciones extremas.
En conjunto, fue un concierto de gran interés, primero por el repertorio tan inusual, y después por poder escuchar a un intérprete tan singular e inquieto como Antonio Baciero que, a pesar de sus casi noventa años, mantiene perfectamente el nivel.