MÚSICA Xabier Armendáriz
«Crisol»
Jueves, 6 de octubre de 2022. Teatro del Museo de la Universidad de Navarra. Yorrick Troman, violín. Orquesta Sinfónica de Navarra. Jordi Francés, director. Iannis Xenakis: Aurora, (1971). Luis de Pablo: Rostro, (1995). Teresa Catalán: Glosa en tono de Re, (Manuel Castillo in memoriam), (2006). John Cage: 04:33, (1952). Tomás Marco: Paseo con Sarasate, (2012). György Ligeti: Melodías, (1971). Concierto de apertura de los Encuentros 72-22.
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En los días anteriores a los Sanfermines de 1972, Pamplona se transformó. Gracias a los apoyos económicos de la familia Huarte, una ciudad de provincias no particularmente distinguida por los eventos en torno al arte contemporáneo aglutinó a muchos de los principales artistas en la materia. Los promotores ideológicos de la iniciativa fueron Luis de Pablo y Jose Luis Alexanco, fallecidos ambos en 2021, que reunieron a un conjunto amplísimo de compositores, poetas, pintores, intérpretes, etc. Los Encuentros de Pamplona fueron el ápice de una ola vanguardista iniciada con fuertes apoyos oficiales en el caso español a finales de los años 1950, y al mismo tiempo una transición muy necesaria hacia una concepción menos limitante de la modernidad y más cercana a nuestra idea actual de lo que ha supuesto el devenir artístico de la segunda mitad del siglo XX.
Cincuenta años después, el Gobierno de Navarra ha querido recuperar el espíritu de estos Encuentros, iniciando unas jornadas en las que se va a reflexionar sobre numerosos aspectos de la sociedad actual, con la presencia de destacados intelectuales y artistas. En estos Encuentros 72-22 no podía faltar el apartado musical, que se iniciaba con esta jornada. La cita, celebrada en el Museo de la Universidad de Navarra, no ha sido tanto una memoria de los propios Encuentros de 1972, (aunque tanto Tomás Marco como Teresa Catalán ofrecieran antes de la sesión sus visiones sobre aquellos días), sino una puesta en orden en torno a figuras relacionadas con la cita, compositores de gran importancia en la segunda mitad del siglo XX y de estéticas e ideologías muy contrastadas, incluso opuestas.
Se iniciaba y cerraba la sesión con obras de dos outsiders de la vanguardia, compositores exiliados que en los años 1950 ofrecían universos paralelos muy diferentes a los que se proponían en las instituciones más poderosas. Aurora de Iannis Xenakis es una obra característica del autor griego, donde observamos la manera en que concilia un espíritu aparentemente improvisatorio con un resultado general cierto; la amplia formación matemática y estadística de Xenakis consiguió conciliar esta paradoja para ofrecer una obra cargada de tensión y de aristas. Como cierre, se escuchó Melodías de György Ligeti, una de las primeras obras de su período maduro donde el compositor húngaro nos permite reconocer al menos algún retazo de melodía en medio de la habitual densidad sonora, en un universo estético que puntualmente nos devuelve al Bartok de la Música para cuerdas, percusión y celesta por su carácter misterioso e inquietante. También se interpretó la célebre 04:33 de John Cage, que consiste en que los supuestos intérpretes no hacen sonar ni una sola nota durante los 273 segundos a los que hace referencia el título. Esta obra, que es una idea propia de un genio, una tomadura de pelo monumental o seguramente ambas cosas a la vez, es más divertida cuando una porción importante del público no es consciente de lo que le espera, porque entonces las reacciones pueden ser muy variadas. Pero incluso en una situación como la que nos ocupa, donde muchos estaban bien informados, nos permite darnos cuenta de un mal de la sociedad actual: el temor al silencio. A lo largo de la interpretación, algunos espectadores se acomodaron en sus butacas, otros aprovecharon para sacar los caramelos, etc. Todas ellas acciones que producen ruido y que demuestran, hasta cierto punto, cierta incomodidad.
La representación de autores españoles incluía tres obras de factura muy diversa. Rostro de Luis de Pablo contiene toda la sabiduría del autor bilbaíno, en una composición que se inicia con gran sobriedad, relacionable con las Sinfonías para instrumentos de viento de Stravinsky, y que continúa sin desfallecimiento alguno. Muy distinta por carácter era Paseo con Sarasate, una obra en la que el violín dialoga con la orquesta en torno a temas del Zapateado del autor pamplonés, así como de obras de otros compositores compuestas para o divulgadas por él. Es realmente un divertimento, una escapada de Tomás Marco hacia una estética muy diferente de la que le ha hecho célebre. Nada de eso se percibe en la Glosa en el tono de Re de Teresa Catalán, un conciso y medidísimo desarrollo a partir de una pieza breve para piano de Manuel Castillo, una de las figuras aparentemente menos revolucionarias de la Generación del 51.
La Orquesta Sinfónica de Navarra hizo un muy buen trabajo. No pudo evitarse que en Paseo con Sarasate se produjeran algunos desajustes entre la percusión y el resto de la orquesta, en buena parte por el tempo propuesto por Jordi Francés, realmente arriesgado… Por lo demás, tanto director como músicos se mostraron siempre muy atentos a las necesidades de cada obra y ofrecieron grandes actuaciones.
En conjunto, fue un concierto de música de nuestro tiempo, que retrata muy bien buena parte de las pulsiones que agitan el panorama compositivo actual. Difícilmente se podría haber programado una apertura más adecuada para estos Encuentros 72-22.