MÚSICA Xabier Armendáriz
«Apiñados»
Domingo, 12 de marzo de 2023. Teatro Gayarre de Pamplona. Banda de Música La Pamplonesa. Alumnos del Conservatorio Superior de Música de Navarra. Josep vicent Egea, director. Leonard Bernstein: Candide: Obertura, (versión para banda de concierto), (1956). Herbert Owen Reed: Fiesta mexicana, (1949). John Barnes: Sinfonía número 2, (1972). Alfred Reed: Praise Jerusalem, (Variaciones sobre un himno de Pascua armenio), (1986). Concierto organizado por la Banda de Música La Pamplonesa.
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La primera impresión que recibió el público del Teatro Gayarre de Pamplona en el concierto que nos ocupa era que faltaba espacio para los músicos. En esta sesión, la Banda de Música La Pamplonesa se veía sustancialmente ampliada con la participación de numerosos estudiantes del Conservatorio Superior de Música de Navarra, de manera que Josep Vicent Egea apenas disponía de un reducido pasillo para entrar o salir del escenario cuando lo precisaba. Pero más allá de la anécdota, La Pamplonesa aprovechó esta plantilla ampliada para ofrecer un programa de gran interés, especialmente en una segunda parte que ofreció momentos de gran intensidad, en todos los sentidos.
Se abría la sesión con la obertura de Candide de Leonard Bernstein, una obra que en Pamplona se ha escuchado mucho más a menudo en este arreglo para banda de concierto, realmente eficaz, que en la versión original para orquesta. Hablamos de una obra realmente virtuosa y que sirve idealmente como apertura de cualquier concierto. Vicent Egea la interpretó con la viveza deseable, pero teniendo en mente que el programa posterior sería extenso y exigente, de manera que optó por un tempo más bien prudente y que permitiera a todos articular con seguridad y frasear con atención a los detalles.
Continuaba la sesión con Fiesta mexicana de Herbert Owen Reed, una obra de rítmica compleja y con cierto encanto melódico en distintos momentos, pero que no recurre de manera tan directa como otros autores en los rasgos más pintorescos, como ocurre en otros compositores. Josep Vicent Egea supo plantear la obra con conocimiento y autoridad y los músicos la ofrecieron con buen nivel, pero seguía viéndose que todos reservaban fuerzas para lo que llegaría en la segunda parte.
Y es que la segunda parte se abría con la Sinfonía número 2 de John Barnes, una obra dividida en tres movimientos y que, en cierta manera, podemos considerar una actualización de lenguaje de la Sinfonía en Re menor de César Franck. Igual que en la obra del autor belga, la escritura de John Barnes es altamente cromática y la transformación temática está ampliamente trabajada durante toda la composición, pero la escritura de Barnes es prácticamente cinematográfica y, por eso, incluso en el movimiento lento se crea una sensación verdaderamente inquietante. La obra conoció una gran interpretación por parte de los músicos de La Pamplonesa, reforzados por los alumnos del Conservatorio, sobre todo en el citado movimiento lento central.
Antes de abordar la última obra, Vicent Egea ofreció a público e instrumentistas una oportuna ocasión para tomar aire, presentando en un discurso muy bien trabajado todas las obras; lástima que, al no disponer de micrófono, no todo el público pudiera oírlo en condiciones. Se cerraba la sesión con Praise Jerusalem, una serie de variaciones sobre un himno de Pascua de origen armenio compuesta por Alfred Reed con su eficacia y espectacularidad habitual. La obra ofrece contrastes muy acusados entre cada una de las distintas secciones y la interpretación supo administrarlos de manera correcta. Sin embargo, lo que de verdad sorprendió al público fue el cierre de la obra, cuando el coral se vio reforzado por un conjunto de instrumentistas de metal que aparecieron inesperadamente en los palcos laterales del Gayarre.
En conjunto, fue un concierto de gran interés, sobre todo por una segunda parte sorprendente para los no iniciados en la música original para banda.