MÚSICA X. Armendáriz
«Cuestión de tiempo»
Lunes, 31 de octubre. Baluarte de Pamplona. Coro Joven y Escolanía Easo de San Sebastián. Gorka Miranda, director del coro. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Roberto Forés, director. Modest Mussorgsky: Una noche en el Monte Pelado, (versión arreglada por Nikolai Rimsky-Korsakov en 1881), (1867). Gary Carpenter: Canciones de fantasma, (2018). Piotr Illyich Tchaikovsky: Sinfonía número 4 en Fa menor, Op. 36, (1878). Concierto inscrito en la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Euskadi 2022-2023.
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El tiempo es uno de los factores fundamentales al hacer música. Al contrario que otras artes, como la Pintura o la Literatura, que permanecen en el tiempo y en el espacio, la Música sólo se desarrolla en el tiempo que dura la audición de la obra. Tomar el tempo adecuado y manejarlo con las variaciones exactas es vital. Idealmente, los intérpretes deben conocer muy bien la estructura de las obras y aplicar correctamente unas relaciones de tempo que permitan que todo fluya sin tirones ni ajustes innecesarios. En el concierto que nos ocupa, se presentaba con la Sinfónica de Euskadi Roberto Forés, un director técnicamente capaz pero que a la hora de plantear las relaciones de tempo internas dentro de cada obra en programa, no encontró soluciones satisfactorias.
Una primera indicación se observó ya en Una noche en el Monte Pelado de Modest Mussorgsky, un poema sinfónico que relata un aquelarre en la montaña citada en el título, cercana a Kiev. En esta ocasión, Forés optó por la versión preparada por Nikolai Rimsky-Korsakov, formalmente más perfeccionada y de orquestación más colorista y, en teoría, menos primitivista. Forés supo sin embargo otorgar a la orquestación rimskiana un mordiente singular, una fuerza que habitualmente no está presente. El problema fue que intentó dar coherencia a la interpretación utilizando un tempo concreto, siempre el mismo, para cada una de las ideas musicales de la obra. El resultado fue en general artificioso.
Ya en la segunda parte, la Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky pareció poco pensada, en términos de concepción a largo plazo. Los cambios de tempo llegaban en los momentos adecuados, pero se hilaban de manera discontinua. Muy sintomática fue la sección central del Andante, rápida en proporción al resto de la obra, lo que obligó después a una retención de tempo algo exagerada conforme se acercaba el clímax. El Scherzo perdió parte de su gracia por resultar demasiado lento y apenas tuvo una unión lógica con el Finale, que debería haberse podido tomar al mismo tempo. Por otra parte, ese cuarto movimiento resultó algo más ruidoso de lo habitual, sobre todo su sección final. La Orquesta Sinfónica de Euskadi sonó con la misma brillantez a la que estamos acostumbrados desde que Robert Treviño lidera el conjunto, pero cuando las obras no se hilan de manera adecuada, los esfuerzos se desvanecen.
Entre ambas obras, se escuchó Canciones de fantasmas de Gary Carpenter, una obra basada en textos de diversas procedencias y escrita de manera francamente convencional, con una orquestación impresionista y melodismo fácil para todo tipo de oyentes. Los mismos textos no abundan en la vertiente más terrorífica, así que tampoco la música pretende alcanzar ese carácter. La obra resulta en efecto agradable de escuchar, pero no deja huella. El Coro Joven Easo de San Sebastián realizó una labor muy ajustada y la Orquesta Sinfónica de Euskadi acompañó con diligencia, con la atención a los detalles orquestales que la obra necesita.
En conjunto, fue un concierto que planteaba un programa muy bien construido, básicamente centrado en lo sobrenatural, pero que al final no terminó de funcionar porque, para hacer música siempre hay que tener en cuenta la dimensión temporal. Por diferentes razones, Roberto Forés no llegó a situarse en dicha materia.