MÚSICA Xabier Armendáriz
“Lo inesperado”
Lunes, 5 de junio de 2023. Auditorio y Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Yulianna Avdeeva, piano. Euskadiko Orkestra. Robert Treviño, director. Richard Wagner: ‘Los maestros cantores de Núremberg: Obertura’ (1868). Fryderyk Chopin: ‘Concierto para piano y orquesta número 2 en Fa menor, Op. 21’, (1830). Dimitri Shostakovich: ‘Sinfonía número 15 en La mayor, Op. 141’ (1971). Concierto inscrito en la temporada de abono de Euskadiko Orkestra 2022-23.
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Uno de los aspectos más interesantes de las sinfonías de Dimitri Shostakovich es que, todavía hoy, nos sorprenden tanto o más que a sus contemporáneos. El compositor soviético desplegó en ellas todos sus recursos musicales y estilísticos, pero no de manera lineal. Los diversos syucesos de la vida de Shostakovich y sus propias inclinaciones hicieron que sus sinfonías adquirieran rumbos muy distintos, desde la absoluta irreverencia de la Primera Sinfonía hasta la herencia y grandiosidad postmahleriana de las sinfonías Quinta, Séptima, Octava y Décima. Y curiosamente, cuando todos esperaban una sinfonía celebratoria que conmemorara la contribución soviética a la derrota del régimen nazi y sus aliados tras la Segunda Guerra Mundial, Shostakovich escribió la Novena Sinfonía, sarcástica y amarga, con movimientos lentos de extraordinario poso y movimientos extremos para nada épicos. Si a todo ello le sumamos los condicionantes personales y/o ideológicos que contienen (o quizá no) algunas de estas obras, podemos decir sin temor que Dimitri Shostakovich es el gran enigma de la música del siglo XX.
El concierto que nos ocupa se cerraba con la Sinfonía número 15 de Dimitri Shostakovich, una de las menos apreciadas por el público de las obras del autor ruso. Al contrario que otras, esta sinfonía no está marcada por el problema del oficialismo soviético, pero esta última sinfonía de Shostakovich es una reivindicación de su libertad creativa, donde se mezclan las citas a Rossini y Wagner y un amplísimo abanico de estados de ánimo, desde el humor ácido del comienzo a la desolación final.
Lo que no encontramos es el Shostakovich épico, fílmico, que aparece en sinfonías tan celebradas como la Quinta o la Décima, sino un autor reflexivo que resulta mucho menos fácil de comprender a primera audición. Por eso, la acogida de la interpretación que ofreció Euskadiko Orkestra fue más bien tibia. Robert Treviño ofreció una lectura que fue a más, desde un primer movimiento que habría necesitado mayor pausa y atención a la articulación, (hubo algunos pequeños problemas de ejecución inusuales en los últimos años de esta orquesta), hasta un final desesperado, con clímax realmente poderosos.
Pero quizá donde más destacó el acercamiento de Treviño fue, paradójicamente, en el movimiento lento, uno de los más herméticos de Shostakovich, un episodio teóricamente poco afín al temperamento expansivo del estadounidense pero que consiguió cuajar con exactitud.
El concierto se había abierto con una interpretación bien planteada pero sin mayor hondura de la obertura de Los maestros cantores de Núremberg de Richard Wagner. Luego, Yulianna Avdeeva presentó su visión del Concierto para piano número 2 de Chopin, en realidad el primero que escribió el autor polaco. Fue una interpretación basada en un toque perlado y de gran sutileza, como se suele esperar en Chopin, pero que sólo levantó vuelo a partir del segundo movimiento, donde por fin la pianista rusa encontró la medida exacta del rubato chopiniano.
Robert Treviño ofreció un acompañamiento solvente, cuidando de que los solistas de la madera de la orquesta tuvieran la relevancia debida, pero sin buscar una mayor profundización musical. De propina, Avdeeva ofreció una versión de la Mazurka Op. 7 número 4 de Chopin, que pretendió sacar a la luz la vertiente más popular de esta música pero terminó resultando algo artificiosa.
En conjunto, fue un concierto que musicalmente destacó por la versión de la Sinfonía número 15 de Shostakovich, una obra que sigue desconcertando a intérpretes y públicos.