CLÁSICA Xabier Armendáriz
«Mando en plaza»
Martes, 15 de marzo de 2022. Auditorio Baluarte de Pamplona. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Pinchas Steinberg, director. Ludwig van Beethoven: Sinfonía número 8 en Fa mayor, Op. 93, (1812). Hector Berlioz: Sinfonía fantástica, Episodios de la vida de un artista Op. 14, (1830). Concierto inscrito en la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Euskadi 2021-2022.
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No son pocos los aficionados a la música, especialmente los veteranos, que no sintonizan con los intérpretes que están surgiendo en los últimos años. No les falta parte de razón. Por un lado, las técnicas de interpretación (teóricamente) historicista hace que muchos intérpretes confundan conceptos en los repertorios más habituales.
Por otro lado, en este mundo de éxito o fracaso inmediato, hay directores que no aprenden el oficio acompañando en los teatros de ópera y se encuentran dirigiendo grandes obras orquestales y conjuntos sinfónicos importantes, cuando no siempre han demostrado previamente capacidad para afrontar el repertorio sinfónico clásico y romántico.
Como resultado, hoy es especialmente inhabitual escuchar interpretaciones de sinfonías de Mozart o Beethoven dirigidas con sentido; más aún, en una época en que en principio las orquestas tocan mejor que nunca, también observamos que las obras musicales del Clasicismo se ejecutan técnicamente de manera a menudo bastante imperfecta.
Pinchas Steinberg no experimentó en su carrera inicial ninguno de estos defectos. Su padre, William Steinberg, no fue un director genial, pero sí un intérprete muy destacado del gran repertorio, como demuestran sus ciclos sinfónicos de Beethoven y Brahms. Desde su más temprana infancia, Pinchas Steinberg tuvo ocasión de conocer a músicos muy destacados, como Jascha Heifetz, el violinista técnicamente más perfecto del siglo XX. Formado desde el principio en la búsqueda del orden y la perfección técnica y expresiva, Pinchas Steinberg no tiene a estas alturas nada que demostrar a nadie, pero ha ofrecido una exhibición sobre cómo se pueden afrontar dos grandes cimas del repertorio.
La Octava Sinfonía de Beethoven suele considerarse, en cierta medida, la “hermana pobre” del ciclo del autor de Bonn, porque dentro de su producción madura es la que mira más directamente a Mozart y Haydn. Por eso, resulta particularmente interesante el acercamiento de Pinchas Steinberg, de tempi muy reposados y carácter granítico en los dos movimientos extremos, siguiendo más a Otto Klemperer o a Karl Böhm que a la interpretación de su propio padre.
Sin ser especialmente incisivo en la articulación, Steinberg construyó un discurso muy coherente al mando de una orquesta que tocó a su mejor nivel, ofreciendo una interpretación que, por nivel de ejecución, es muy difícilmente mejorable.
En la segunda parte, Steinberg atacó la Sinfonía fantástica de Berlioz adoptando un concepto similar. Esta estrategia es un riesgo considerable, porque hablamos de una obra con connotaciones autobiográficas evidentes y que agradece incluso algunos excesos pasionales y arranques de virtuosismo orquestal.
Pinchas Steinberg llevó la composición sin ninguna prisa, recreándose en detalles concretos: los silencios amenazadores en el diálogo entre corno inglés y unos inusualmente contenidos timbales en el cierre de la escena campestre, la veladura de los metales con sordina al comienzo de la marcha al cadalso o la aparición final en dicho movimiento de la idea que representa a la protagonista y dedicataria de la obra, etc. Personalmente, preferimos versiones de la Sinfonía fantástica más espontáneas y menos organizadas, pero la interpretación de Pinchas Steinberg fue, en su concepto, plenamente realizada con éxito.
En conjunto, hemos asistido al concierto de un director con mando en plaza y que ha presentado una especial autoridad, un forjador de orquestas que ha hecho rendir a la Orquesta Sinfónica de Euskadi a su mejor nivel. Y cuando la excelencia técnica y artística se juntan, el resultado sólo puede ser extraordinario.